Wednesday, May 09, 2007

ETICA

ETICA
Dr. Luciano Pereira
Más que definirla, la ética debe ser vivida. Es entonces que llega a ser parte de uno mismo, convirtiéndose en el timón del barco de nuestra existencia. Es muy difícil enseñarla en términos meramente teóricos por tal motivo. Su vivencia adquiere forma desde los primeros años de nuestra vida a través de los ejemplos recibidos en el seno de nuestro hogar, con nuestros primeros amigos, y así, sucesivamente, en la escuela, el colegio y la universidad, con los compañeros y sobre todo los maestros, quienes a través de su comportamiento más que con sus palabras nos transmiten el rumbo a seguir en cuanto a nuestro comportamiento en la sociedad.
Razones éticas nos impiden a los médicos opinar descalificativamente acerca de un colega cuyo tratamiento es –a todas luces- equivocado, debiendo ser nuestra actitud la de llamarlo a solas y expresarle el error en forma sutil y con la mayor diplomacia posible, sin soberbia ni alarde de sabiduría. Y esto aun en casos en que el paciente acuda a nosotros echando maldiciones hacia el colega. La ética nos impide también a quienes trabajamos en medios diagnósticos “apropiarnos” de los pacientes que nos envían los colegas para estudiarlos, aun cuando muchas veces somos tentados por los mismos pacientes quienes no siempre son capaces de entender los límites y la rigidez de estos principios.
En fin, la ética debe formar un cuerpo sólido con los conocimientos adquiridos a lo largo del ejercicio de la profesión para lograr el respeto de nuestros pares y extraños. Es increíble, sin embargo, cómo en nuestro cotidiano discurrir encontramos violaciones aviesas a los más básicos principios, convirtiéndose el ejercicio de la profesión en una jungla donde imperan viles conductas, mañosas y deleznables de gente mediocre que, sin embargo, alcanza mejores y más rápidos beneficios económicos que otros mucho más preparados que tienen la “desventaja” de ser escrupulosos. Es difícil exponer a las generaciones jóvenes la rectitud y las buenas costumbres en un mundo donde se evidencian plenamente los versos de Enrique Santos Discépolo en “Cambalache”, aún cuando el “filósofo del arrabal” se refiriera al siglo XX.
Sin embargo, lo ético sigue siendo lo más rentable a largo plazo y es bueno recordárselo a los jóvenes. Los inescrupulosos puede que alcancen sus metas económicas a menor plazo, pero las pierden también más rápidamente sumidos en el descrédito y condenados al escarnio general. Nadie iría a hacer un “escrache” delante de la casa de un distinguido profesor que goza del respeto y consideración de sus alumnos y la sociedad toda.
La ética no está limitada sólo a las profesiones universitarias, ni mucho menos. Un gomero que repara cuidadosamente la cubierta averiada que le confío cobrándome lo justo, o el canillita que me trae el periódico todos los días atendiéndome con respeto, pueden tener más ética que un encumbrado Ministro.
No debería extrañar y llamar la atención de todas las agencias noticiosas que una Ministra de Relaciones Exteriores de Colombia renunciara porque su hermano fue imputado por un supuesto hecho ilícito. Su decisión fue tomada porque nadie debería presumir que interviniese torciendo la investigación o el fallo judicial, pues –como la mujer del César- no sólo debía ser honrada, sino parecerla. Lamentablemente, en nuestro país, dos ministros del Poder Ejecutivo tienen familiares involucrados en supuestos hechos punibles y siguen tan campantes en sus respectivos puestos. Por ello, a la hora de elegir gobernantes, debemos ser cautos e inteligentes, optando por aquellos que nos merecen mayor credibilidad moral, pues de la recuperación de valores es que depende, sin ninguna duda, y mucho más que de inversionistas extranjeros, nuestra redención y progreso como pueblo.

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