Tuesday, October 24, 2006

LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA

LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA
En los últimos tiempos, como parte de un proceso de Reforma Universitaria, muchos docentes reconocidos publican sus artículos en los periódicos y se genera una discusión saludable por el cruce de opiniones que surge no pocas veces. Así, un connotado médico y docente de años en la Facultad de Medicina de la UNA, el Prof. Dr. Antonio Cubilla, asesor de la Comisión Parlamentaria que estudia el Proyecto de Reforma Universitaria, se ha mostrado desde sus primeros escritos partidario de una Universidad que promueva la investigación y cuyos logros sean juzgados por el número y calidad de los trabajos de investigación producidos. Y más aún, estima que la orientación de la investigación –sobre todo en Medicina- debe dirigirse a las Ciencias Básicas.
Se sabe que el Prof. Cubilla desarrolló gran parte de su formación profesional en los EE.UU., un país cuyo presupuesto nacional en materia de educación y de investigación en particular dista años luz de nuestra realidad. Recientemente, apareció una publicación en la web donde se clasifica a las mejores universidades del mundo. La Universidad de San Pablo logró situarse en el puesto 117, mientras que la orgullosa Universidad de Buenos Aires estaba ¡en el puesto 503! . La lista de las 10 mejores universidades latinoamericanas empieza, por supuesto, con la Universidad de San Pablo (Brasil), seguida en orden decreciente por la Universidad Autónoma de México, la Universidad de Campinas (Brasil), la Universidad de Chile, la de Monterrey (México), Universidad de Buenos Aires, Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil), Universidad Federal de Rio de Janeiro (Brasil), Universidad Federal de Rio Grande do Sul (Brasil), Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (Brasil). Como se puede ver, Brasil tiene a seis universidades entre las top ten del continente y una en el puesto 117 en el mundo. La universidad más antigua del Paraguay, la Universidad Nacional de Asunción ocupa ¡el puesto 159 en América Latina y el 3437 en el mundo! (al menos figuramos) (1). Sirva esto para ejemplificar en la comparación con las más reconocidas universidades de esta parte del continente nuestra paupérrima realidad.
Es muy difícil, por no decir utópico, pensar que las letras que formen parte de una Ley de Reforma Universitaria sancionada por el Congreso se transformen en algo tangible a corto plazo y no en letra muerta, como ocurre en la práctica en muchos aspectos con la Reforma de la Educación Primaria y Secundaria. El CONEC informó que “el 77% de los Institutos de Formación Docente no cuentan con docentes con perfil académico en Física, el 76% en Química, el 61% en Inglés, el 58% en Ciencias Naturales y Matemáticas, el 46% en Trabajo y Tecnología”(2). Será más que difícil, para empezar por el nivel intelectual (salvo honrosas excepciones) de la gente que promoverá los cambios. ¡Cómo poder abrigar optimismo al respecto si ni siquiera manejan aceptablemente el castellano! En una reciente entrevista, un diputado contestaba a la pregunta del periodista: “Ellos hacieron (sic)”, o “no tenían su carnetivo (neologismo por distintivo) (sic)……”. Otro parlamentario, recurriendo a una cita famosa se refirió al perro de Don Celano, en vez del perro del hortelano.
Estoy de acuerdo con quienes expresaron que en investigación por algo hay que empezar. Y si tuviese que dar mi opinión al respecto, creo firmemente que tenemos que empezar –y siempre me refiero a medicina- por estudios de campo, sobre la población, que son perentoriamente necesarios, no precisan de tantos aparatos costosos, no requieren de elevados costos de financiación y van a ser siempre útiles para ubicarnos en nuestra realidad. Muchas prácticas equivocadas se mejoran luego de tales estudios, lo cual se ha demostrado en todo el mundo. Y el conocimiento que surja permitirá asumir medidas inmediatas si existiere voluntad de corregir las cosas. No apuntará a la tecnología, que en la mayoría de los casos tendremos que seguir importando, pero redundará en cambios que apunten al bienestar. Ni siquiera sabemos probablemente la prevalencia de parasitosis intestinales en los diferentes departamentos de nuestro país (un problema de gente pobre con deficientes hábitos higiénicos y acceso insuficiente a agua potable en la región con mayores fuentes de agua) y no podemos aspirar a estudiar cómo el sistema adrenérgico a través de adrenalina y noradrenalina empieza la activación del factor de necrosis tumoral en macrófagos, grasa visceral y células endoteliales a través de receptores que producen la cascada de reacciones inflamatorias que comprenden los reactantes de la fase aguda de la inflamación del sistema inmunitario.
Lo primero requiere de un bioquímico medianamente entrenado para identificar los parásitos en un microscopio óptico. Lo segundo, toda una parafernalia de instrumentos sofisticados y de costosa financiación. ¿Qué empresa estatal o privada estaría interesada en tales estudios? Nuestro mundo actual se mueve estimulado por las posibles ganancias o beneficios que podría generar cualquier acto. Y en nuestro país, hay tanta urgencia que tendremos que inclinarnos por ella en detrimento de lo (quizás) importante. Por otra parte, recurriendo de nuevo a la comparación con nuestros vecinos, no resulta demasiado estimulante en la mayoría de los casos la carrera de un investigador de ciencias básicas. Si no encuentra sponsor externo, su estándar de vida dista mucho de la ideal. Y veo que entre la gente joven hay cada vez menos quijotes. Pero ese es otro tema.
Yendo a otros aspectos de la enseñanza de la medicina, debemos considerar entre todos qué tipo de médico le conviene actualmente al país. Y esto sí es urgente. En pocos años más tendremos cerca de 700 médicos cada año (cinco facultades de medicina en Asunción, una en Villarrica, una en Minga Guazú, una en Concepción, una en Encarnación, dos en Pedro Juan Caballero, que apuntan a todas luces al mercado brasileño, además de los médicos que regresan de estudiar en Argentina, Brasil, Bolivia y Cuba, entre otros). El Congreso se preocupa de la Reforma Universitaria y no de frenar esta loca carrera por instituir nuevos centros de enseñanza de la medicina a cualquier precio. No sé si la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (ANEAES) estará en condiciones en los próximos años de evaluar y acreditar conforme a las normas del MERCOSUR y en forma confiable para la opinión pública estos centros que crecen como hongos cada año. Alguien me dijo recientemente que la Dra. Carmen Quintana es Directora de tal Agencia ¡¡ad honorem!! ¿Tendrá el poder real de vetar las facultades que considere inadecuadas para la enseñanza? Pues, ¿quién puede pensar en su sano juicio que la proliferación de facultades de medicina puede ofrecer la más mínima garantía de calidad? Médicos de la Argentina se muestran alarmados también porque un fenómeno semejante se registra en tal país. “El promedio de graduados anuales, entre 1985 y 1995, fue de alrededor de 3.500 a 4.000. En promedio, entre 1986 y 1996, ingresaron 12.500 alumnos por año. En los EE.UU. lo hicieron 16.000, con una población nueve veces mayor”(3). Pero Argentina tiene más de 40 millones de habitantes. Nosotros apenas 6 millones.
Por ahora, tendríamos que conformarnos con insistir con una mejor formación ética de nuestros alumnos, enseñándola –la ética- a lo largo de toda la carrera, y no sólo con la teoría sino con el ejemplo. Tendremos que enseñarles a ser mejores personas para conducirse en sociedad, con mayor respeto y humanidad hacia sus semejantes. Tendremos que infundir en ellos con mayor énfasis el hábito de la lectura. Y no sólo de literatura médica. “Quien sólo sabe medicina, no sabe medicina”, repetían los antiguos maestros. Muchas veces me veo en la obligación de interrumpir mis clases para realizar definiciones básicas de vocablos que nunca escucharon, como restringir o proscribir
( que más de uno confundió con prescribir). “Culturalmente infradotados, la mayoría de nuestros profesionales –desde maestros hasta abogados, pasando por toda la gama de egresados del nivel terciario- desconocen el sentido del compromiso. Aquel que “comienza cuando la obligación termina”, el de la solidaridad, la sensibilidad o la ética. Los profesionales de hoy están muy bien informados sobre tecnología pero desconocen su rol en la sociedad”(4). Tendremos que ayudarlos a ser más disciplinados y respetuosos en el estudio y en la vida (la gran mayoría de los alumnos tutea a sus maestros y la mayoría de éstos se resignan a esta situación irregular y aberrante promovida y estimulada por connotados periodistas del país). Tendremos que enseñarles a trabajar asociadamente (la medicina es una disciplina para trabajar en equipo), dándoles a conocer sus derechos para no dejarse pisotear por los capitalistas que les pagarán sumas irrisorias que no les permitirán siquiera comprarse libros o participar de congresos en el extranjero, y buscando el lucro los obligarán a restringir estudios diagnósticos exponiéndolos a juicios de mala praxis (si hay ya demasiadas facultades de medicina, el número de facultades de derecho es algo que ya no tiene nombre, y de algo o de alguien querrán vivir los miles de abogados que se reciben año a año en el país). Y, para finalizar, tendremos que enseñar primero a los maestros a aprender técnicas de investigación. Lo que ocurre en los sectores primarios y secundarios de la educación paraguaya no está muy alejado de la situación en las universidades. ¿Cuantos docentes de las facultades de medicina (no quiero hablar de las otras) podrían ufanarse de estar publicando en forma corriente en revistas nacionales y extranjeras, no digo (repito) estudios de investigación básica sobre moléculas exóticas, sino estudios clínicos, de campo, de utilización de medicamentos, etc.? Creo que me sobrará la mayoría de los dedos de una mano para nombrar revistas nacionales que figuran en el Index Medicus.
Concluyendo, en un país que tiene cerca del 50% de su población viviendo en la pobreza, con un porcentaje de desocupados que va in crescendo, con compatriotas que abarrotan las oficinas de Identificaciones procurando un pasaporte que les permita salir del país cuanto antes, con niños de la calle que se intoxican a diario con cola de zapatero, tendremos que preocuparnos por lo urgente: Elegir a patriotas para los cargos públicos (aunque represente la búsqueda de una aguja en un pajar) y no a vendepatrias que lucran con nuestra soberanía por puñados de dólares.

Dr. Luciano E. Pereira R.
C.I. Nº 2936
Docente de la Carrera de Medicina de la Facultad de Ciencias de la Salud,
Universidad Nacional del Este
Artículo publicado en el Correo Semanal de Ultima Hora - Año 2006

0 Comments:

Post a Comment

<< Home